domingo, 23 de abril de 2017

Una mañana, un azar



Una mañana, un azar

                La casualidad se le había aparecido de nuevo. Otro artículo, firmado por “ELLA”, había caído en sus manos, como a veces ocurría. Ella era una observadora con su seudónimo, y la primera vez que la leyó en una columna del periódico, pensó en la cantante de “voz negra y alma blanca”, que le encantaba, igual que le pasaba con los pensamientos y reflexiones de esta articulista, que lo entretenían mientras degustaba su cortadito, antes de entrar al trabajo.
                El tedio, el aburrimiento, la monotonía en algunas parejas, era el tema que tocaba ese día y se puso algo nervioso, porque ese lodo, primero fino, pero que va tomando cuerpo poco a poco y va espesándose, termina con el amor al final de  una agonía premonitoria, y a nuestro hombre, ese lodo lo estaba ahogando desde hacía algún tiempo.
                Su mujer: Inteligente, eficaz y, sobre todo: ¿Muy enamorada…? Todavía no había percibido que su tela de araña, estaba rota, hacía ya algún tiempo.
                Él era sensible, paciente, educado, muy cumplidor de todas las reglas éticas habidas y por haber. No estaba seguro de que todo fuese bien, y cuando leyó el artículo se vio reflejado en ese espejo y se asustó mucho más de lo que nunca imaginara. Sí, algo había cambiado y marchó después del segundo café, a su trabajo que le gustaba tanto, y por el que se hubiera quedado más tiempo fuera de su casa.
                En las primeras horas, embotado y acuciado por recuerdos recientes que florecían en su mente constantemente, se encontró muy mal. Había somatizado su angustia y tenía arcadas. En el baño descargó la cena anterior vomitándola y dejándole el sabor amargo que siempre regala la bilis. Se acomodó en su mesa, pero su color lívido lo delató. Esquivó las preguntas de algún compañero y prosiguió ordenando y pasando las facturas del día anterior, pero…: Se equivocaba. Bailaba los números y tenía que repetir constantemente. Su mujer estaría en la peluquería porque era uno de los días que le tocaba y pensó en marchar a casa como le habían insinuado y meterse en la cama, que estaría hecha, seguramente, “a la francesa”, con las sábanas sin estirar bien... Lo enfermaban las protestas y la auto-defensa de la  “esclavitud” de su esposa, que no se harían esperar si había alguna amonestación. Pensarlo aumentaba más y más su malestar.
                ELLA, solo “Ella”, le había abierto los ojos con su artículo. ¡Todos sus sentidos estaban alerta!, pero constituyó un encuentro consigo mismo muy doloroso y en los diez minutos que le separaban desde su trabajo a casa, trató de quitar de su mente, los pequeños pero malos y molestos recuerdos.
                Ya en la cocina se sirvió un vaso de agua a temperatura natural— quería rehidratarse—. Su vaso le resbaló haciéndose añicos en una explosión detonante, porque un gemido, más agudo de lo habitual, patinó por el pasillo colindante, hasta sus oídos.
                En la fracción de un segundo, aparecieron desnudos ante la puerta de la cocina, su mujer y un señor con barba. Él, todavía asombrado, agachó la cabeza y posó su humillación en los infinitos poliedros centelleantes del vaso roto.

ALICANTE 13/04/2017
Mª Jesús Ortega Torres
 FELICIDADES a TODOS y BUENOS DÍAS
En el DÍA DEL LIBRO, leemos lo que nos han escrito para ser leído. Escribimos para que nos lean.
ALICANTE 23/04/2017



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