Una mañana, un
azar
La
casualidad se le había aparecido de nuevo. Otro artículo, firmado por “ELLA”,
había caído en sus manos, como a veces ocurría. Ella era una observadora con su
seudónimo, y la primera vez que la leyó en una columna del periódico, pensó en
la cantante de “voz negra y alma blanca”, que le encantaba, igual que le
pasaba con los pensamientos y reflexiones de esta articulista, que lo
entretenían mientras degustaba su cortadito, antes de entrar al trabajo.
El
tedio, el aburrimiento, la monotonía en algunas parejas, era el tema que tocaba
ese día y se puso algo nervioso, porque ese lodo, primero fino, pero que va
tomando cuerpo poco a poco y va espesándose, termina con el amor al final
de una agonía premonitoria, y a nuestro
hombre, ese lodo lo estaba ahogando desde hacía algún tiempo.
Su
mujer: Inteligente, eficaz y, sobre todo: ¿Muy enamorada…? Todavía no había
percibido que su tela de araña, estaba rota, hacía ya algún tiempo.
Él
era sensible, paciente, educado, muy cumplidor de todas las reglas éticas
habidas y por haber. No estaba seguro de que todo fuese bien, y cuando
leyó el artículo se vio reflejado en ese espejo y se asustó mucho más de lo que
nunca imaginara. Sí, algo había cambiado y marchó después del segundo café, a
su trabajo que le gustaba tanto, y por el que se hubiera quedado más tiempo
fuera de su casa.
En
las primeras horas, embotado y acuciado por recuerdos recientes que florecían
en su mente constantemente, se encontró muy mal. Había somatizado su angustia y
tenía arcadas. En el baño descargó la cena anterior vomitándola y dejándole el sabor
amargo que siempre regala la bilis. Se acomodó en su mesa, pero su color lívido
lo delató. Esquivó las preguntas de algún compañero y prosiguió ordenando y
pasando las facturas del día anterior, pero…: Se equivocaba. Bailaba los
números y tenía que repetir constantemente. Su mujer estaría en la peluquería
porque era uno de los días que le tocaba y pensó en marchar a casa como le
habían insinuado y meterse en la cama, que estaría hecha, seguramente, “a la
francesa”, con las sábanas sin estirar bien... Lo enfermaban las protestas y la
auto-defensa de la “esclavitud” de
su esposa, que no se harían esperar si había alguna amonestación. Pensarlo
aumentaba más y más su malestar.
ELLA,
solo “Ella”, le había abierto los ojos con su artículo. ¡Todos sus sentidos
estaban alerta!, pero constituyó un encuentro consigo mismo muy doloroso y en
los diez minutos que le separaban desde su trabajo a casa, trató de quitar de
su mente, los pequeños pero malos y molestos recuerdos.
Ya
en la cocina se sirvió un vaso de agua a temperatura natural— quería
rehidratarse—. Su vaso le resbaló haciéndose añicos en una explosión detonante,
porque un gemido, más agudo de lo habitual, patinó por el pasillo colindante,
hasta sus oídos.
En
la fracción de un segundo, aparecieron desnudos ante la puerta de la cocina, su
mujer y un señor con barba. Él, todavía asombrado, agachó la cabeza y posó su
humillación en los infinitos poliedros centelleantes del vaso roto.
ALICANTE 13/04/2017
Mª Jesús Ortega Torres
FELICIDADES a TODOS y BUENOS DÍAS
En el DÍA DEL LIBRO, leemos lo que nos han escrito para ser leído. Escribimos para que nos lean.
ALICANTE 23/04/2017
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